"El poeta es un fingidor, no un embustero, y creo que en ese fingimiento es donde interviene esa memoria colectiva que incorporamos como propia..."


- ¿Llegó la poesía a Carlos Guerrero o Carlos Guerrero llegó a la poesía? En todo caso, ¿cómo fue el encuentro?   

- La poesía y yo nos encontramos desde que era pequeño; mi afición favorita con trece y catorce años era componer sonetos. Después, el tiempo, la distancia, las obligaciones, las decepciones y el tomar tierra de unos sueños que terminan bruscamente con el contacto del mundo real, nos distanciaron y mucho. El reencuentro se produjo de un modo muy curioso: a las cuatro de la mañana de una noche no muy lejana en el tiempo, sentí la imperiosa necesidad de volver, y aquí estamos.       

- ¿Y qué es, que significa para ti la poesía? ¿Podrías explicarnos tu poética?      

- Puede que la poesía sea la expresión de mi yo sin armadura, sin camuflajes, y acaso retrate en ella las inquietudes que soy capaz de expresar de otro modo. Creo que nací con esa melancolía necesaria y procuro conservar parte de ella y parte del niño que una vez habitó en mí, necesario para alcanzar la simplicidad de decir las cosas tal como creo que se deben decir: directamente y mirando a los ojos.     

- Las horas descontadas constituye, sin duda, una aproximación a la memoria, en cuyo ejercicio el poeta actúa como portavoz de la misma, ¿podrías delimitar los espacios de la memoria individual y la colectiva?      

- Es muy difícil deslindar esos espacios. El poeta es un fingidor, no un embustero, y creo que en ese fingimiento es donde interviene esa memoria colectiva que incorporamos como propia, y de ahí la dificultad de establecer fronteras, de esa misma sensación de propiedad.